martes, 28 de septiembre de 2010

Yo abogo por una Ciencia Útil

La creación del mundo es un tema que atañe a las grandes mentes desde el inicio de la Ciencia y la Filosofía.

Es cierto que intentar conocer el inicio de nuestro Universo es una hazaña loable y admirable, pero ¿Cambiará algo?
La realidad que vivimos es una realidad llena de interrogantes y dudas, pero la aceptamos y vivimos en ella. La mayoría de la población mundial vive absorta en su presente. Vive feliz sin saber la realidad del suelo que pisan, sin conocer una definición meramente informativa de la materia oscura.

Aprender y conocer es algo necesario que mejore la calidad de vida. Los conocimientos difundidos a lo largo de la Historia han sido el fundamento para salir del oscuro pasado de la Tierra. Sin esos avances promovidos por los grandes filósofos, científicos y pensadores el mundo no hubiese pasado ni del dogmatismo del medioevo.

Esos grandes científicos descubrieron realidades necesarias para el entendimiento de la conciencia humana. Otras no tanto.
Así que intentar recrear el origen del Universo no modificará nuestra realidad, ya que son términos tan abstractos, tan difíciles de comprender con nuestra mentalidad que nos cuesta asimilar. Ni la sociedad posee los conocimientos, ni la mano científica los medios para reproducir el oscuro pozo que resulta ser el sinfín de interrogantes que giran elípticamente entorno a nuestro Universo y nuestra realidad humana.

Vuelvo a incidir en el pragmatismo de las acciones, en este caso de las Innovaciones; invertir en Ciencia útil para mejorar nuestra vida. Y si esa ciencia útil requiere de conocimientos más amplios y abstractos, tratarlos.
Y termino así, defendiendo una Ciencia práctica, que mejore el mundo, frente a una Ciencia abstracta y compleja reservada a una elite con conocimientos para interpretarlo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Idea Ilustrada en la España del s.XXI

La educación es memoria, aprendizaje, razonamiento y estudio.

Un problema que se puede extrapolar a la educación actual en su totalidad:

La educación en España esta centrada en el simple conocimiento, mediante la metodología memorística (aprender como papagayos dicho con otras palabras). Se nos enseña la Historia de España pero no como estudiarla. Nos enseñan a formular, pero no nos dicen para que sirven ese conjunto de letras y números que plasmamos en el papel. Nos hemos perdido, o se han perdido en el camino del aprendizaje divertido, y si no divertido, práctico. La gente sabe las cualidades de la obra de Baroja, pero no sabe encontrarlas en un libro. Las probetas de los laboratorios de las escuelas acumulan polvo en su soledad.

Sin aplaudir la metodología estadounidense, estimo la labor práctica de su estudio. ¿Donde quedan los trabajos, las practicas, las lecturas comprensivas? ¿Y los debates? No defiendo una clase en la que todo sea juerga y cachondeo, hablar y hacer trabajos con los compañeros... Pero discrepo con estudiar Márquez y no leer un fragmento de Cien años de Soledad; con conocer las cualidades pictóricas de Delacroix y limitar mis conocimientos a las dos láminas que aparecen en el libro; con estudiar la Ley de Newton y no aprender de ese gran y polifacético personaje…
Este fallo también conlleva a la animadversión de los alumnos a una de las dos posibles áreas: O se es de letras o se es de ciencias. No existe, o no suele encontrarse, termino medio. (¿Dónde queda el placer por el saber? ¿Dónde queda en su compleja plenitud el término CULTURA?)

La mejora del futuro educacional, toda la responsabilidad de tal labor, no solo recae sobre ministro, educadores, profesores y libros. También los padres tienen derecho a esa labor educativa. Son ellos también los que tienen que fomentar el aprendizaje. Y también son los alumnos quienes deben ir más allá de los conceptos plasmados sobre las frías superficies de las hojas de los libros de texto y utilizar Internet para algo más que chatear y tuentitear.
Pero para que esto sea posible, para que aprender sea sinónimo de placer, el profesor no debería estar agobiado por el espartano cumplimiento de un guión dictado por programas y libros de texto. Los libros de texto no debieran sintetizar y basar sus informaciones en los dictados ministeriales.

Levantar la mano. Dejar pasar cierta libertad y aire fresco en los colegios.

Así, se conseguirá: Que el profesor llegue con el balón del mundial y explicase por que vota.
Y así se conseguiría que ningún alumno dejase de preguntar, por considerar sus preguntas absurdas.

Mejorar la cultura y la educación en España es algo más necesario que imposible: Idea Ilustrada

domingo, 19 de septiembre de 2010

El Sainete del Camborio


Suenan castañuelas a modo de caballo. Rasga una guitarra en un fondo naranja.
Lo nocturno se acerca al cielo, y lo naranja se aparta, dejando danzar a su gusto a las maldades que en la oscuridad se atrapan.
Entra el primer guiñol con careta aceituna y bondadosa, crines largas y prodigiosas, brillantes más que la luna propia. Ropajes principescos. Presentamos a Antoñito el Camborio.
Entran cuatro guiñolescos más, con caras enfadadas, muecas de auténtico jabalí y puñales y troncos agitando el aire vil. Ellos vienen de Benamejí, movidos por la envidia y la tirria que es hostil.


NIÑO:
¡Voces de muerte sonaron
Cerca del Guadalquivir,
Voces antiguas que cercan
Voz del clavel varonil!

HOMBRE 1
¡Ven aquí primo!
¡Qué la luna te avisó!
Hartos estamos de tu belleza
Que oscurece la pereza
Y hace que parezca defecto varonil

HOMBRE 2
Esto te decimos primo,
Don Antonio Torres Heredia
De zapatos color carmesí,
Medallones de cuerno de elefante,
Y piel aceituna de olivar andaluz

ANTOÑITO:
¡Qué no será tan fácil,
matar a un Camborio,
Camborio de crin dura
Camborio de sangre febril.

NIÑO
Los guiñoles se abalanzan sobre Antoñito
Quien no puede resistir a las palizas
Que el puñal y la daga, que andan cual arlequín
Por su cuerpo y su cuello, cual toro antes de morir.

ANTOÑITO:
Que a mí no me acabáis así,
Que yo soy duro como el toro,
Que mi linaje me concede a mí…
Y yo soy digno de supervivencia
Que supere vuestro férreo mástil
Que puñal apodáis.


HOMBRE 3
Que es soez la prepotencia,
Que vos emanáis aquí,
Que no nos gusta la violencia,
Pero muerte hemos de darte aquí.

HOMBRE 4:
Porque muy fuerte es nuestra tirria,
Venganza que queremos contra ti,
Que tus primos de Benamejí
Son dignos al igual de rosa de mujer.

ANTOÑITO:
¡Ay Federico García,
Llama a la guardia civil!
Que aunque injusta también ella,
Puede salvar esbelta crin…

NIÑO:
Y entonces sale el arlequín,
Con sonrisa alegre y pelo peluquín,
Que asustado acude a ver el crimen…
El crimen fue en Granada,
Dijo más adelante un amigo,
Y se lo dedicaría
Al desdichado arlequín:
Federico García es el pobre aedo graciosín.

FEDERICO GARCÍA:
¡Oh, pobre Antoñín,
Que tan perfecto mozo,
La raza gitana había hecho de tí.
Belleza solana, educada bajo sol marroquí
Que la oscuridad de Morfeo,
Hoy la vida te quita a ti.
¡Ay, Antoñito el Camborio,
Digno de una Emperatriz!
Empieza a rezar a la Virgen
Que al contrario que la policía,
Ella luchará por tí…

HOMBRE 3:
Reza vil jinete,
Que la muerte espera convexa
En las campos del río
Con guadaña y capa negra.

HOMBRE 1
Reza a la Virgen,
Reza a Gabriel,
Reza al arlequín
O a quien te salga bien…
Con este rejón,
La muerte te auspicio a ti

HOMBRE 2:
¡Y yo con este te acerco a Les Elysees!

HOMBRE 4:
Muere ya con dignidad de eral,
Que sin salir a los ruedos
Vas a encamar…

HOMBRE 3:
Encamar en las nueves del cielo
Porque mi puñal te acaba de matar.

FEDERICO GARCÍA:
Pobre hombre que sin vida se queda,
Y los Ángeles atentos le atienden tristes
A orillas del Guadalquivir.

NIÑO:
Hay que Dios bien te guarde,
Que tus primos han escapado y descansan tranquilos en Benamejí,
Con los pies sobre el tablao y la lengua entre alcoholes
Que celebran tu muerte en su sierra del Albaicín…

FEDERICO GARCÍA:
Y recordad
¡Que voces de muerte cesaron
Cerca del Guadalquivir!..

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Si hablamos de Literatura?

La literatura en su abstracta y magnificente complejidad.
¿Es la Literatura algo que nos lleva acompañando desde el inicio de nuestra cultura?
Ha influido, ha marcado, ha contrarestado la Historia. La Historia de un mundo lleno de un sinfín de incongruencias y blasfemias que la Literatura ha intentado corregir.
Sí, es cierto que la actitud de la Literatura no ha gozado siempre de una finalidad social (Y cuando lo ha hecho, ha caído, en numerosas ocasiones, en una falta de perfección literaria). Pero la Literatura es, para algunos, un reducto, una fortaleza infranqueable a la cual se aferran férreamente desde Homero hasta Neruda, pasando por Calderón y continuando con Defoe.
Pero la Literatura no solo es el baluarte intelectualoide de los grandes entre los literatos.
La Literatura ha abarcado, abarca y abarcará a todo aquel que sienta o la haya sentido.
Todo aquel que lee un libro, que se intenta evadir de la realidad (horrible o armoniosa) que le ha tocado vivir; aquel que se decide en el arduo trabajo de la creación literaria, es alguien que encuentra en las letras un abatimiento del realismo vivido.

Un libro es más que un objeto. Aquel que alguna vez ha amado un libro, nunca más verá a la Literatura en sí como algo meramente tangible mediante las páginas y los escritos.
El que ha amado un libro descubre ante sí, un amigo, un apoyo, una evasión. Desarrolla una amistad inerte con la literatura.
Empezando a escribir metamorfoseas. Llega el momento en que ves a cada oración una complejidad en armonía. La oración pasa a ser un rompecabezas, que tienes que resolver para admirar su perfección. En el momento que comienzas a intentar hacer literatura pasas de un hobby a una necesidad. Escribir pasa a ser como respirar, como comer o leer.

Las letras forman palabras, las palabras forman oraciones, y las oraciones hojas. Y todo ese conjunto, en total servilismo al Arte forman un libro.
Los libros, han formado la literatura de un mundo.
Esos libros, a través de la Literatura, han escrito también la historia. Una historia escrita por los habitantes de los tiempos.
La Literatura es la claraboya a la cual asomarse para conocer la verdadera procedencia de nosotros mismos. La claraboya que nos demuestra el esplendor repulsivo del hombre.
La Literatura culmina la intrahistoria de un mundo recogido en las infinitas estanterías dispuestas en escrupuloso orden en la biblioteca de Cronos.
La biblioteca del Mundo, la biblioteca de Cronos, te permitirá sentarte en los barrigudos sillones orejeros de cuero a disfrutar del placer del saber. Absorbe el olor que impregnan las páginas: Una mezcla de manos, dedos, tintas, papel, polvo, historia, sangre... Todo ello en perfecto maridaje.
Mantengamos esos libros intactos. Sigamos creando literatura, preservemos el olor a papel y polvo viejo… Mantengamos ante nosotros una historia cercana a la doliente realidad. Mantengamos intacta la intrahistoria de verdad.

martes, 14 de septiembre de 2010

Isleños


La brisa a mar entra serena por la ventana. Sacude las finas cortinas, impregna la habitación de costa, pescado fresco, mitos marinos y pobreza del pescador.
Respira fuerte. Una sonrisa se dibuja en su curtido y moreno rostro. Sus fosas nasales se abren redondas y deja que el inconfundible olor le refresque las entrañas.
No es viejo, no es gordo, ni tampoco tiene el pelo canoso. No encaja de aspecto con el lobo de mar. Pero lo borda en corazón y sentimiento. Él es joven, moreno, taciturno (como el buen marino) y enamoradizo.
A estribor entre las blancas sábanas de su cama descansa una mujer. Sosegada, es bañada por las suaves olas de la colcha que rompen contra su cuerpo blanco. Ella respira profundo, pero más contaminado, quizás.
Nuestro joven marinero mantiene los ojos cerrados, pero la mente bien despierta.
Ahora las aves de mar emiten un incómodo sonido. Para él podría ser piano. Luego llegan las desgarradas voces de los marinos al cuadro costero del joven. Las voces resuenan en el horizonte. Voces antiguas, fatigadas por el canto intempestivo bajo las lluvias y vientos de todos los mares.
¡Barcos al agua!
Chapoteo de pies, maderas y laboríos sobre el tranquilo mar que regala hoy el día. Montan en sus botes las solitarias almas que embarcan sin temor a un posible final. Dejan atrás las almas de sus familias, que son bocas por alimentar. Es la novela del marino, manida y cruda, pero cierta y dolorosa.
A la cabeza del joven en cama viene la oración: “Luis y Miguel no volvieron ayer a puerto”. Información aparte es redundante.
Marinero en tierra ve entre la oscuridad de sus párpados a los pescadores que se santiguan mirando a la iglesia antes de partir; también ve a los no creyentes, que se santiguan mirando a las puertas de colores de su casa. En las tinieblas del mar, siempre es necesario un mástil al que aferrarse.
Gritos, voces, agua chapoteando… De repente una bocina. El joven desde su cama ríe. Luego otra bocina, un grito y otra bocina.
Poco a poco el aire empieza a ensuciarse, el salitre deja paso al CO2, los ruidos de aves marinas son sustituidos por bocinas de pajarracos trajeados en coche.
Marinero tose y se incorpora.
Mira a su alrededor. Todo como cada mañana. Las ventanas cerradas para que la polución del Londres del s.XX no le amargue el despertar.
Su piso sigue igual. En la mesa del salón espera su portátil con el trabajo a medio realizar que tiene que entregar esta tarde, una pizza inconclusa y fría, y unas copas que coleccionan el vino más caro que el supermercado tenía ayer.
Se estira. No quiere despertar. Restriega sus manos sobre la cara para desperezar sus cansados ojos.
Gira su cabeza a estribor y ve desperezándose a la joven de tez blanca que le reprocha con tono de cansancio: “Me has dado una mañana terrible. A las siete el mar me ha despertado. Luego han sonado gaviotas y para más INRI marineros. Encima estabas abrazándome y los sonidos salían de tu boca golpeando mi oído”. El se ríe. Eres insoportable continuó ella. Podrías ir al médico a mirártelo, es muy molesto terminó, se giro en la cama y continuo durmiendo.
Déjame, déjame protestó él. El despertar es lo único que me queda de mi tierra. Es el único recuerdo que esta ciudad me cede, tras dejar atrás mi mar. Dejadme la esperanza. Dejadme el soñar… terminó mirando al sol grisáceo que se colaba por la ventana.

La corbata azul y naranja

Era la primera vez que me llevaban a un cementerio.
No tanto mi “corta edad”, dieciséis, como sí, la eterna manía protectora de mis padres, me habían mantenido alejada de esos eternos lugares más añejos que la propia historia, que tanto respeto han emanado, emanan y emanarán…
Tuve que asistir vestida de negro, como era de esperar. Llegamos al cementerio en un elegante Mercedes. Mi padre, mi madre y yo, estábamos sentados en la parte trasera del coche y un chofer conducía. Mi madre miraba por la ventana, con unas grandes gafas de sol, al más puro estilo diva. No soltaba palabra. Mi padre iba sentado en el centro y me apretaba fuertemente, una fuerza cariñosa pero que empezaba a adormilar mi mano.
Lo cierto es que todo resultaba vagamente extraño. Nunca había tenido el “placer” de vestir en mi totalidad de negro, así que no conocía el modus operandi de un entierro. Pero un sinfín de películas devoradas durante mi infancia y adolescencia, y las grandes estanterías que conformaban las paredes del despacho de mi padre, repletas de las novelas que habían definido mi adolescencia, me daban una más o menos lejana idea de lo que era un funeral.
Miré por la ventanilla, viendo sucederse uno tras otro las copas del verdor del paisaje, mojadas por la lluvia de la húmeda mañana.
El coche frenó ligeramente y paró ante una veintena de mujeres y hombres trajeados, que se agolpaban bajo los paraguas negros, cumpliendo con un impecable maridaje entre los trajes oscuros y los paraguas mojados.
Mi madre abrió la puerta del coche y bajó pisando tacón sobre suelo mojado. Mi padre y yo la seguimos. La gente, manteniendo la estricta compostura que vivía desde que había nacido, se acercó a mi dolorida madre, dándole el pésame. A mí me miraban con repulsiva conmiseración en los ojos.
Fue entonces cuando me percaté de que había obviado esa mañana el preguntar quién había muerto. Empezaba a estar incómoda en ese lugar, bajo el desconocimiento de una muerte, que debería causar estragos en mi actitud de perfecta fortaleza.

Entramos en la pequeña iglesia, sobre la pequeña meseta, rodeada del verdor intenso de la Asturias oriental de Niembro. Al fondo pude ver la agitada mar rompiendo contra las piedras grises, tan grises como el cielo de aquel día.
Mi padre no me soltaba. Al entrar mi madre me cogió de la otra mano y nos encaminamos hacía el altar. Giré la cabeza y sentada en un banco, una mujer de tez oscura, con pamela se giró, me sonrió y levantó la mano a modo de discreto saludo.
Seguí el pasillo acompañada por mis padres (parecía mi boda) y subimos las escaleras del altar donde estaba el ataúd. Con un cierto nerviosismo en el cuerpo en espera de saber cual era la muerte que tanto entristecía a mi progenitora, mi madre me paró en seco, acercó sus labios a mis oídos, y con ojos húmedos ocultos tras la oscuridad de sus gafas me dijo: “¿Estás preparada?”
Asentí. ¡Qué nervios! ¡Qué emoción! Me acerqué, me asomé y temblé.
¡Aquello no era posible! ¡Sentía su mano agarrada a la mía!
Entre maderas brillantes y telas rojas estaba mi padre, con los ojos cerrados, sonriente y vestido con su corbata predilecta, azul y naranja. Atónita, miré a mi derecha, donde había estado mi padre durante todo el trayecto del funeral. ¡Ya no estaba! Miré a mi alrededor. Bullicio de marca y elegancia de negro solo. Pero mi padre no estaba ya a mi lado, en el mundo de los vivos.
Miré de nuevo al ataúd, volviendo a ver a mi progenitor sonriendo a la eternidad. Cerré los ojos en un simple y truculento amago de un sueño.
Volví en mí, segundos más tarde y recordé la muerte, y recordé que mi padre había muerto, sucumbiendo ante los mortales encantos del cáncer.

Y frente al ataúd del escepticismo, bajo la atenta sonrisa del hombre de corbata azul y naranja, mi difunto padre, me pregunté: Ubi sunt?